Todos sabemos que hay una sola y verdadera víctima: Alberto Nisman

Hace once días se encontraba sin vida al fiscal general Alberto Nisman. Desde entonces, sólo sabemos con certeza que murió a causa de un disparo en su cabeza. La Presidente y sus laderos de costumbre, como primera reacción plantearon dudas y sembraron interrogantes. El relato fue nuevamente la herramienta utilizada por la propaganda fascista del gobierno. Ni la Presidente ni sus obsecuentes alfiles advirtieron la trascendencia de la gravedad institucional que sacudía a la sociedad y a nuestra democracia.
La atónita y crítica respuesta que evidenció la prensa mundial, y seguramente las mediciones de imagen que tanto obnubilan a Cristina Fernández de Kirchner, produjeron inmediatamente en ella un giro, que resultó tardío y de nula credibilidad. Es por eso que debemos mantener el foco y centrar nuestra atención en lo importante: la denuncia que radicó el fiscal fallecido contra la Presidente por encubrimiento a través del memorándum con la República Islámica de Irán, y el esclarecimiento de las circunstancias y responsabilidades que rodearon la muerte de Alberto Nisman. Desde que se conoció el acuerdo que suscribió el Canciller con su par de Irán, distintas voces expusimos nues tra crítica a su existencia y contenido. El memorándum no sólo es funcional a la postura iraní, sino que además es favorable a la impunidad de los acusados de planificar, financiar y ordenar el atentado terrorista internacional contra nuestro país ejecutado en la sede de la AMIA.
Las escuchas que abonan la denuncia radicada por el fiscal Nisman son datos objetivos históricos categóricos que dan mayor razón a aquellas críticas contra ese espurio acuerdo y deberían movilizar su urgente derogación por el Congreso de la Nación. Por otra parte, la muerte de Alberto Nisman permitió conocer inusuales imágenes captadas de él cuando llegó al Aeropuerto de Ezeiza, las que fueron difundidas por portales oficiales del gobierno. Sumado al hecho ilícito de la exhibición también a través de otro canal del gobierno de los datos del pasaje aéreo que había adquirido en Aerolíneas Argentinas el periodista Damián Pachter antes de irse por temor del país, la sensación de un espionaje interno agiganta el temor y la conmoción de todos aquellos que pretendemos vivir en una República donde nuestras libertades públicas estén garantizadas.
La denuncia que radicó el fiscal general Alberto Nisman y su muerte dejaron paralizada y aturdida a la Presidente. Por eso ella quiere confundir, y ensaya ahora una nueva nube de humo: promover una reforma a la Secretaría de Inteligencia. No sólo ello es más tardío que su infantil actitud escribiendo a través de una red social sobre la muerte del fiscal, sino que olvida que ejerce el Poder Ejecutivo desde 2007 tiempo en el cual jamás le resultó de interés promover una genuina y necesaria democratización de los servicios de inteligencia, porque los utilizó para sí, por más que ahora se pretenda rasgar las vestiduras ante un espantoso monstruo que ella misma engordó y utilizó. Este proyecto de ley solo intenta desviar la atención, tanto como su obscena exhibición en silla de ruedas para apelar al populismo en el que intenta anclar su deriva.
Pero la sociedad, a diferencia de la Presidente, está activa y vigilante, consciente de la gravedad que esta muerte significa para el presente, pero fundamentalmente para nuestro futuro. Por eso marcha en paz para exigir verdad y justicia. La imposibilidad de la Presidente Fernández de Kirchner de poder encabezar con el común de la calle el reclamo de justicia, es una inquietante demostración del ostracismo en que ella misma se ubicó, y su temor de saberse mirada y criticada. Porque aun cuando Alberto Nisman se haya quitado libre y voluntariamente su vida -cosa que aún me sigue costando creer-era obligación de ella garantizar su protección a través de las agencias del Estado llamadas a tales efectos. Sin embargo, nadie actuó en esa dirección y quienes lo hicieron se dedicaron a espiarlo y seguirlo.
La Sra. Presidente en su parálisis y aturdimiento se cree la víctima. Debe ser por ello que jamás tuvo el misericordioso gesto de expresar sus sinceras condolencias a la familia de Alberto Nisman. Pero todos sabemos bien que aquí hay una sola y verdadera víctima. A la cual se la atacó en vida, se la desprotegió, se la espió, y luego de muerto se la agravió. Esa única víctima es Alberto Nisman, y también su familia. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, cuando concluya el 10 de diciembre de 2015, ya no será recordado solo por la corrupción, inseguridad, mentira o destrucción sistemática de los órganos de control y las instituciones, sino por su responsabilidad política respecto de la muerte de Alberto Nisman. Honremos su memoria, exgiendo verdad y justicia.
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