Crece el fastidio de Macri con empresas por la inflación y la falta de inversiones

No hay peor astilla que la del mismo palo. El mundo económico y de negocios en la Argentina debería prestar atención al viejo refrán. En efecto, aquel que perteneció a un grupo es quien finalmente más provecho puede sacar de él. Ciertamente, no hay peor enemigo que aquel del mismo oficio.

La reflexión viene a cuento del ánimo del presidente Mauricio Macri en estas semanas, cada vez más fastidioso con el Círculo Rojo y el establishment, molesto por el persistente aumento de los precios y la demora en la llegada de inversiones, sensible más que antes a las observaciones críticas del periodismo y la oposición. Coinciden en esa percepción ministros, periodistas y amigos del Jefe de Estado que lo frecuentan en Olivos, Casa Rosada o Los Abrojos.

Ya se había mostrado áspero el Presidente con sus críticos en las entrevistas múltiples por radio, tv y en diarios semanas atrás; mientras que sus acuerdos políticos con el peronismo y la dirigencia sindical de las últimas horas parecen haberlo envalentonado para comenzar a enfrentar, si es necesario, a los de su misma alcurnia
En la intimidad del Presidente comienzan a cruzarse los reproches contra el empresariado.

Se escuchan estos argumentos en la cima del poder: "Cómo puede ser que apoya el peronismo, los gobernadores, los sindicatos, sacamos todas las leyes, levantamos el cepo y el default, aseguramos gobernabilidad y las inversiones no llegan. Lo único que hacen es seguir aumentando los precios. Salvo el campo, el resto especula y critica

La irritación oficial con el establishment crece al ritmo de la decepción en los resultados del plan económico del Gobierno. No está tan claro cuándo ni con qué volumen llegará la reactivación, y si bien la inflación bajó de los picos del segundo trimestre, los precios siguen presionando a la baja el bolsillo y el consumo.

El futuro económico luce cada vez más opinado. Además del Gobierno, economistas serios como Miguel Bein o Nicolás Dujovne, que en general han acertado pronósticos en el pasado, se presentan hoy como los más optimistas. Explican que hacia fin de año y también en 2017 los salarios comenzarán a ganarle a la inflación, que se irá aquietando al ritmo del lento navegar del dólar y tarifas en los próximos meses, para llegar con la economía estabilizada y despegando para el año electoral.

La regla de Dujovne es que la inflación suele ser siempre 60% del aumento de salarios y 40% del aumento del tipo de cambio. Si el dólar subiera no más de 20% en 2017 y los salarios 30%, la inflación en 2017 no debería superar 25%. Todo manejable, sin default con crédito internacional abierto y barato, más el blanqueo.

Otros observadores son más cautos, larga lista de expertos en macro economía que advierten sobre la profundización del déficit fiscal, la imposibilidad del Gobierno de bajar gastos y en consecuencia impuestos e inflación, el creciente atraso cambiario y la bola de nieve monetaria que Macri heredó del desastre final de Cristina. Un tsunami de pesos que se indexa con las Lebac al 30% anual, igual que el gasto público y los subsidios.

Todo agravado por las trabas judiciales y políticas que demoran el plan oficial para ajustar y comenzar a sincerar las tarifas de gas, electricidad, y transporte. No sólo como una señal para reducir el déficit, sino para generar las condiciones que permitan un proceso acelerado de inversiones en el sector. Si se mantienen los precios políticos, es difícil que aparezcan inversiones de riesgo.

Entre quienes confían y quienes dudan, los dólares demoran. En el fondo, en voz baja, se discute si podrá o no funcionar este experimento de Macri de bajar la inflación aumentando el déficit en lugar de reducirlo. Parece que controlando la cantidad de dinero desde el Banco Central no alcanza si la inercia inflacionaria viene al 40% anual. Tanto que finalmente se requiere de atraso cambiario y cuasi tarifario para estabilizar. Y de muchos dólares de afuera para financiar el déficit creciente.

De allí que todos miran el blanqueo. Los economistas, para saber si el plan de Macri llega sin sobresaltos en los próximos 12 meses, hasta agosto de 2017 cuando arrancan las elecciones con las PASO. Un fracaso del blanqueo, o una exteriorización por debajo de los 40.000 millones, encendería luces amarillas en las expectativas.

Semejante traspié, a la vez, sería percibido por el Círculo Rojo de Macri como una traición por parte de los sectores más pudientes de la sociedad. En particular la ira contra el establishment sería descargada por el ala progresista de la mesa chica del Presidente, por cierto la que hoy más escucha el Jefe de Estado. La misma que rechaza los argumentos que esgrimen los hombres de negocios al explicar la demora en las inversiones. Excusas ante los funcionarios sobran. Falta ver cómo sale el blanqueo, falta ver cómo le va a Macri en 2017, falta ver si la sociedad aguanta el ajuste y cómo se administra la creciente tensión social por el aumento de la pobreza.

En verdad, no se invierte a la velocidad que esperaba el Gobierno, sencillamente porque a 7 meses de iniciada la gestión Macri, se mantienen dudas razonables sobre si logrará el Gobierno mantener la estabilidad del dólar y los precios en el mediano plazo. Con el tipo de cambio a $ 15, Argentina volvió a quedar carísima en dólares. Quienes creen que el Presidente, antes o después de las elecciones, tendrá que devaluar en serio y aceptar el ajuste que no quiso implementar apenas llegó al poder, seguirán mirando de afuera.

Corren el riesgo de convertirse en los nuevos responsables de la recesión, la inflación y los sinsabores económicos. Siempre es más fácil para las autoridades acusar a los supermercados o a los especuladores por la suba de precios, que admitir que buena parte de esa inflación la genera el Estado con los impuestos. Ha sido la historia argentina, salvo honrosas excepciones

En términos de alianzas, Macri ya eligió por el club del gasto público. Gobernadores, intendentes, dirigentes sindicales y líderes políticos pactan gobernabilidad a costa de los bolsillos cada vez más esquilmados de los que trabajan y producen. Si no llegan las inversiones o suben los precios, la culpa es de la gente. Nunca de los que Gobiernan, hoy como ayer, Unidos y Organizados.

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