ENFOQUE

Cómo comunicar la herencia K: el doble dilema de Macri

Es como cuando tenés que vender un auto usado. Si decís que está descompuesto, no lo vas a vender. Por más que lo hayas comprado destartalado, hay que venderlo lo mejor posible". Con esta simple metáfora se refería Gustavo Martínez Pandiani, diplomático y experto en comunicación pública, a cómo debe proceder el gobierno del presidente Mauricio Macri para comunicar la herencia K.

"Se trata de puro instinto de supervivencia, hay que vender al país lo mejor posible para atraer inversiones", dice el experto en diplomacia pública, esa disciplina especializada en comunicar países estratégicamente.

Y parece que el gobierno de Mauricio Macri le estaría dando la razón a esa estrategia de "mirar para adelante sin reparar en el pasado". Periodistas bien informados aseguran que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, estaría bajando línea de no ahondar la grieta mostrando muy crudamente el legado K, que, en materia económica, como en tantas otras, es una herencia muy pesada.

El dato más cruel es el déficit fiscal, que se estima en más de 7 por ciento sobre el PBI y sería uno de los más altos de la historia argentina. Sin bajarlo sustancialmente, será difícil combatir la inflación.

Este dilema de comunicar crudamente o disimular la "herencia recibida" convive con otra encrucijada de la política económica: shock o gradualismo. Las metas explicitadas semanas atrás por el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, demuestran que el gobierno de Mauricio Macri ha optado por una terapia gradual: ir reduciendo de a poco el déficit fiscal y así ir combatiendo la inflación gradualmente.

Esa sería también la fórmula preferida por el gurú comunicacional de Macri, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, para garantizar que sigan la buena imagen y aprobación de gestión del Presidente, así como la armonía política con algunas fracciones peronistas.

Nicolás Maquiavelo advertiría en El Príncipe hace 500 años: mejor dar las malas noticias de entrada y de un solo golpe para después ir dando de a poco las buenas. Partía de la base de algo que hoy las encuestadoras miden fácilmente en todos los gobiernos: la buena imagen y el aval con los que arranca toda gestión suelen durar cada vez menos, y las medidas duras que no se toman de entrada, después cuestan más.

Pero aun en el más suavizado gradualismo económico, los ajustes se van haciendo, aunque de a poco y a medida que se va pudiendo y viendo cómo van surtiendo efecto los sucesivos ajustecitos previos. Pero los ajustes no se evitan por completo.

¿Qué pasaría si, por ejemplo, dentro de un año año electoral, para más datos hiciera falta un nuevo ajuste de tuercas para controlar la inflación?

Conociendo la gimnasia de décadas del peronismo en la oposición, la respuesta política no se haría esperar. Para entonces la luna de miel del gobierno con la opinión pública habrá terminado y no será fácil retrucar con la "pesada herencia". Más aun cuando no se dejó clara constancia ante la opinión pública y la política de que ese legado es tan negativo y que el paciente, ante un diagnóstico duro y sin eufemismos, necesita someterse a una terapia más cruenta. "Si no estábamos tan mal, significa que ustedes tienen la culpa de no haber suministrado el remedio adecuado", podría decir un camporista de 2017 en ese hipotético caso. Ya no sería tan fácil refutarlo.

Pero además hay que preguntarse: ¿Realmente podemos convencer que inviertan a empresarios que manejan corporaciones que facturan miles de millones al año simplemente poniendo buena cara y mirando para adelante? O sea: vendiendo el auto usado con el motor fundido, pero simplemente diciendo que anda al pelo.
Probablemente los inversores tengan excelente información sobre el verdadero estado del déficit fiscal, las reservas, las cuentas públicas y la política económica como para convencerlos con una "mirada hacia adelante".

Por eso la comunicación de la "herencia recibida" se convierte en una herramienta estratégica no solo para un ajuste de shock crudo e impiadoso, sino también para el más moderado y humanitario gradualismo.
El debate de shock o gradualismo, que alguna vez se llamó Maquiavelo o Durán Barba debería correr por carriles separados al de comunicar el legado económico K sin anestesia o mirar hacia adelante sin detenerse en el pasado: quizás Mauricio Macri necesite más adelante recurrir a la herencia del kirchnerismo y, para entonces, ya no sonaría tan creíble. Todavía está a tiempo. La luna de miel continúa. Quedan varias semanas.

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