La maldición de los presidentes que ignoran el futuro

La maldición continúa. El país adolescente tuvo anoche otro capítulo de esos que no dejan dudas. El encierro en el laberinto de la Patria inconclusa va para largo. Cristina Kirchner, la Presidenta de los 40 millones de argentinas y argentinos como indica la locución teatral, optó por aferrarse a las fantasías que hoy ya pocos creen y decidió postergar las soluciones concretas para los graves síntomas económicos, financieros y sociales que aquejan a la Argentina. Hasta se permitió jugar con la idea novelesca de un atentado que solo genera muecas piadosas y preocupación por el futuro.

Cristina camina hoy por el mismo sendero que transitaron en su momento Raúl Alfonsín y Carlos Menem. Con características diferentes, eso sí, antes que reaccionen los puristas defensores de cada uno de los presidentes con mandatos extensos. Pero los tres acometieron el tramo final de sus gestiones mucho más enfocados en diseñar la dirección de sus propios destinos que en enderezar la dirección del país del que comenzaban a desprenderse. El líder radical se trenzó a fines de los 80 en una batalla ciega contra el establishment económico que deshilachó su gestión hasta desgarrarla. Las consecuencias las pagaron Eduardo Angeloz, el candidato heredero que fue derrotado con facilidad, y la UCR, que tardó una década en regresar al poder.


Menem también se desentendió del futuro de la Argentina al final de los 90. En vez de reparar sus decisiones equivocadas, hizo malabarismos con la idea de la re-reelección hasta que la realidad construyó un muro infranqueable. La víctima del juego fue Eduardo Duhalde, derrotado por la frescura de la Alianza y una herencia ominosa del menemismo que le impidió llegar a presidente a través de las urnas.


Ahora es Cristina la que arroja al arcón de las materias pendientes las heridas más lacerantes de la Argentina. Allí van en fila la inflación del 40% anual; el déficit fiscal del 4% del PBI; el déficit energético; la desastrosa política cambiaria; el derrumbe del consumo; la caída inocultable del empleo y la pobreza emergente. Todo acompañado por una explosión de la inseguridad que vuelve más tenebroso el descenso. La Presidenta tiende un manto de neblina sobre todo aquello y alumbra la fantasía de una multiconspiración en la que caben los fondos buitres, EE.UU., Alemania, banqueros, empresarios, importadores, la prensa y cualquiera que no acompañe la canción del verdugo. Los candidatos peronistas, con la resistencia experimental de Daniel Scioli a la cabeza, deberán extremar sus habilidades para no precipitarse hacia la misma tumba electoral que atrapó a Angeloz y también a Duhalde. Hasta Sergio Massa repasa las encuestas para evitar que el pasado kirchnerista logre envenenarlo.


Las lecciones de Brasil, Chile y Uruguay no son estudiadas en la Argentina. Nuestros líderes no construyen herederos confiables. No lo hicieron Perón, ni Alfonsín ni Menem. Y no lo hace Cristina, vaya uno a saber porqué temores atávicos. Si todo se trata de volver en cuatro años porque los que siguen son peores, conviene recordar que el regreso con gloria de Michelle Bachelet o el eventual retorno de Tabaré Vázquez se produjeron luego de irse del poder dejando a sus países medianamente en orden y a sus imágenes positivas por el cielo.

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