Que el debate por la educación evite el colapso del Estado

Todos los problemas son problemas de educación. La frase le pertenece a Domingo Faustino Sarmiento quien recibió ayer, en el aniversario número 126 de su muerte, el peor homenaje que podía recibir el hombre que más hizo por la educación en la historia nacional. La decisión del gobierno bonaerense de eliminar los aplazos de las escuelas primarias es el símbolo de un fenómeno cada vez más instalado en la sociedad argentina: la resignación a dejar de lado la exigencia como modelo de aprendizaje y el rechazo a la idea de la excelencia como meta educativa.


Los datos son abrumadores a lo largo del país. Las pruebas PISA (Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes) para alumnos de 15 años de los 65 países más desarrollados indican que la Argentina está en el puesto número 59 y que está sexto entre los 8 paises evaluados de America Latina. El 67% de esos adolescentes tiene problemas para resolver problemas con números enteros y el 54% no puede identificar la idea principal en un texto. No es casual que muchos padres, aún en situación económica complicada, dejen la escuela pública para tratar de buscar mejores resultados en las escuelas privadas. Y son de tratamiento diario los dramas de violencia y acoso que muchos alumnos sufren en los colegios de la Argentina, a tono con el mensaje de confrontación que se transmite desde el poder hacia todos los estamentos sociales.


En coincidencia con el Día del Maestro, que se conmemoró ayer, El Cronista analiza la crisis educativa desde la perspectiva de los docentes y los alumnos en un completo informe que hoy se publica en el Suplemento 3Días. Claro que la explosión noticiosa que generó el polémico final de los aplazos en las escuelas bonaerenses nos alentó a ampliar ese debate con las opiniones de la ministra de Educación de la provincia, Nora De Lucía, y de María Figueras, presidenta de la Asociación Conciencia (ver pág. 14).


Mucho tendrá que batallar el gobernador Daniel Scioli para convencer a la opinión pública sobre la conveniencia de profundizar un cambio que, bajo la consigna de la inclusión, parece apuntar a la baja de los estándares educativos como variable de nivelación. La situación estaba muy complicada ya con la puja salarial de los docentes, el ausentismo y la falta de capacitación profesional. Vale recordar que, al comienzo del ciclo lectivo, hubo 21 días de paro y no hay señales sobre cómo se van a recuperar.


Más allá de la polémica, bienvenido el debate por el rumbo de la educación ya que al menos sacude la modorra de una infraestructura estatal que hace agua en estos tiempos de recesión económica y final de ciclo. Hospitales en emergencia; juzgados abarrotados de causas; inseguridad extrema con robos, heridos y muertos cada día. Sería una bendición para el país adolescente que los dirigentes vuelvan a leer a Sarmiento para recuperar ideas como aquella que dice: Hombre, pueblo, Nación, Estado, todo: todo está en los humildes bancos de la escuela.

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