Cristina en silla de ruedas

El asesinato de JFK conmocionó a los Estados Unidos y la Casa Blanca decidió que el autor era Lee Harvey Oswald, un esperpento de las cloacas del poder que murió alegando su inocencia. CFK usó la cadena nacional para apuntar a Diego Lagomarsino, un empleado de Alberto Nisman que está imputado por haber entregado al fiscal de la AMIA, una pistola Bersa calibre 22 que terminó con su vida. Cristina transformó a Lagomarsino en un blanco móvil, y esa decisión política no tiene evidencias sólidas en un expediente que aún está en etapa de construcción probatoria.


En lugar de transformar a Lagomarsino en Oswald, CFK podría haber revelado si la custodia policial informó a sus superiores que Nisman estaba buscando un arma de fuego para defenderse. Un suboficial de la Policía Federal declaró bajo juramento que el fiscal de la AMIA le pidió una pistola y después sucedió que Lagomarsino entregó una propia calibre 22 a Nisman, pocas horas antes de su extraña muerte en Puerto Madero.


Si la información del custodio hubiera sido usada en términos profesionales, la seguridad de Nisman hubiera sido reforzada para evitar una crisis institucional que ha puesto a la democracia en el filo de la navaja. Pero ese dato clave fue descartado y ya está probado que la custodia no se presentó en las horas previas a la muerte del fiscal. Entonces, se propone el camino más fácil: señalar a Lagomarsino, en lugar de determinar por qué no estaba la custodia el sábado antes de la tragedia, por qué no se investigó la necesidad del fiscal de comprar un arma y por qué no se controló el ingreso y salida de personas y bienes del apartamento de Nisman.


Néstor Kirchner y su esposa Cristina heredaron la SIDE de Eduardo Duhalde y sólo hicieron un cambio cosmético. Designaron como director a Héctor Icazuriaga, un militante que respondía sin dudar a todas las órdenes que llegaban desde Balcarce 50. Icazuriaga mantuvo a Jaime Stiusso como jefe de Contrainteligencia. Fue una instrucción de Kirchner, que compartía el modus operandi usado por Stiusso para controlar al poder en cualquiera de sus formas.


Cristina adelantó en su última cadena nacional que enviará un proyecto de ley disolviendo la SIDE y planteando ciertas limitaciones a la tarea de inteligencia de los espías civiles. CFK aseguró que se entera por los diarios que los agentes de inteligencia pinchan los teléfonos y las casillas de correo electrónico sin autorización judicial. Esa aseveración es falsa y podrá probarse cuando abandone la Casa Rosada a fines de este año.


La SIDE ha escuchado a Jorge Bergoglio cuando era considerado un enemigo por Néstor y Cristina, ha inventado las cuentas secretas de Enrique Olivera para perjudicar su campaña electoral, ha filtrado información falsa a mascotas presidenciales para ensuciar a Francisco de Narváez, ha seguido a Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte Suprema, y ha pagado con fondos reservados a periodistas, fiscales, jueces, legisladores y sindicalistas cercanos al poder.


CFK busca disolver la SIDE porque ya no responde a sus órdenes secretas. Cuando los espías respetaban su poder, Cristina respetó sus áreas de influencia, sus contactos, sus operaciones y su malversación de caudales públicos. Ahora que teme un carpetazo en su contra, anunció por cadena nacional que ha decidido purgar un resorte político que manejó desde hace doce años. Por supuesto que hay que crear una nueva agencia de inteligencia, pero no bajo los criterios de un gobierno que no puede explicar su fortuna y su estrategia de seguridad nacional.


La Presidente cuestiona a Nisman y asegura que no fue una designación de Kirchner. Otra vez, cae en la falacia. Nisman fue elegido por su marido cuando era Presidente y luego se ejecutó esa orden respetando el protocolo institucional. Obvio que NK no podía firmar la designación como fiscal de la AMIA, pero todo se hizo por su decisión política que CFK aceptó y la comunidad judía avaló sin dudar.


Nisman sintió la traición cuando se enteró que su trabajo era incinerado por un Memorándum de Entendimiento que Argentina iba a firmar con Irán bajo los auspicios de la dictadura de Siria. Pidió explicaciones y sólo logró una respuesta de ocasión que ni vale la pena citar. Desde ese momento, revisó todas las escuchas que tenía, intercambió información con Estados Unidos e Israel y consumió largas horas de su vida para entender qué había pasado.


Cuando concluyó ese trabajo, peligroso y exhaustivo, Nisman formuló la denuncia penal y aguardó que Balcarce 50 soltara su jauría de operadores mediáticos, ministros, gobernadores y esperpentos políticos. Murió a pocas horas de informar al Congreso, en una audiencia que hubiera sido histórica para la democracia y la investigación de la AMIA. Sería un suicidio político, pensar que estamos frente al suicidio de un fiscal federal que no soportó la presión del Gobierno.


Me sorprendí cuando apareció CFK vestida de blanco, muy maquillada y encima de una silla de ruedas. No entendía por qué ella, con su personalidad tan firme, aceptaba explicar su versión del caso Nisman en semejante escenografía. Con la excepción de Franklin Delano Roosevelt, que había sufrido polio, los presidentes no aparecen en silla de rueda. Sin dudas, es una señal de debilidad física y política.


Pero a Cristina no le importó. Ha dicho que si la citan a declarar por la denuncia del fiscal Nisman, irá sin ninguna duda. Para mí, esa fue la afirmación más importante de su cadena nacional. Esperemos que cumpla con su palabra. La citación llegará antes que concluya su mandato como Presidente de la Nación.

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