¿Qué puede hacer el próximo presidente?

Si uno iluminara la escena para saber qué rostro, qué nombre, qué trayectoria tendrá el nuevo presidente no encontraría más que tres personas. Y no se esperan cambios. Se trataría de hombres que han manifestado sus deseos de gobernar y que tienen gestión sobre las espaldas. Los tres son Macri, Scioli y Massa. No estoy escribiendo sobre ninguna novedad que sobresalte a nadie. Pero el horizonte parece aclararse y los jugadores ya han salido a la cancha. Eso sí, de sus agendas completas de gobierno no se sabe nada. Dos elementos fundamentales como son la institucionalidad y la gobernabilidad parecen globos tirados al azar y que pueden explotar. Es, por supuesto, una realidad muy preocupante. Y lo es por el actual poder de Cristina Fernández que quiere manejar todos los hilos hasta el último momento y encontrar amparo judicial a cualquier precio.
¿Qué les falta a los candidatos además de generar los puntales de la gobernabilidad? A Macri ganar el ballotage del 5 de julio, haciéndole frente a un toruno Martín Losteau que surgió de la nada y se ubicó en el tercer puesto en las elecciones del domingo, un economista con brillo que sabe hablarles a adultos y, por sobre todo, a jóvenes escépticos de los dilemas de las política. Scioli avanza y ocupa más espacio. Sus dimensiones son más amplias, esgrime una praxis de gobierno de años, donde le fue bien en muchas áreas y es el más maduro de todos los pretendientes del oficialismo.
No tuvo inhibiciones para plantear que quiere pegar el salto para administrar la Nación. Los rumores crecientes indican que llevaría de vicepresidente a Carlos Reutemann. Una movida para atraer al peronismo histórico y al rebelde, no al kirchnerista, a varios gobernadores de provincia que viven en la prescindencia pero necesitan de las transferencias de fondo del Tesoro para sobrevivir, a un grupo compacto de intendentes que aunque hayan dado apoyos a ciertas personas están a la deriva. Reutemann conformaría a la base peronista protestaría, que no es escasa y que está fatigada de sentirse marginada y maltratada por estos doce años de gestión kirchnerista. No es tiempo de hablar de las capacidades de Reutemann sino del binomio marketinero con el cual se presentaría la fórmula del PRO.
Frente a Scioli ni siquiera son temerarios aunque sí pequeños David con honda Randazzo, o Urribarri o cualquier otro ambicioso que muestre deseo de mudarse a la Casa Rosada. Gobernar exige tener visiones globales, gabinete de excelencia, buenos técnicos que ayuden en el trabajo, una visión global y transformadora del país, que está atrasado, denigrado y fragmentado. El requisito es la praxis y visión de vuelo alto. La mayoría de los candidatos chicos no las tiene.
Si sigue como hasta ahora aprobando todo lo que afirma la Presidenta, si jura por todos los santos del cielo que la protegerá en el futuro, que se aliará con La Cámpora, que preservará el patrimonio de eso que el kirchnerismo define como progresismo (mal uso del término) Cristina Fernández no lo fustigará y lo dejará vivir para cumplir con sus sueños. ¿Será un amor temporario por conveniencia y después dará vuelta la página o ésto conlleva una afirmación seria de adhesión ideológica ? Unos poquitos lo saben. El resto son especulaciones.
En cuanto a Massa no le faltan ni agallas ni empuje. Pero parecería que no está ofreciendo garantías a muchos de los que había seducido con su discurso más el brillante equipo de economistas y gestores y mediadores que lo acompañan.
Algunos se están inclinando por Scioli. Demostrando que en estas cuestiones no reinan ni los principios ni las lealtades. Hay versiones que se está quedando sin fondos para continuar con sus propósitos.Cunden aquí y allá versiones que Massa sacará, en esta oportunidad electoral, bandera blanca. Nadie lo quiere admitir. Ni Massa, ni sus asesores, ni sus amigos. El olfato político desarrollado indicará que se moverá con prudencia en aquellos territorios donde sabe que tiene chances. Es una pena que no haya ayudado como se lo merecía a su candidato a la Ciudad, al economista Guillermo Nielsen. Es un hombre formado, con carácter, punzante, inteligente, con una lectura amplia de la ciudad, pero entró tarde a la lidia electoral, con pocos fondos y sin la mano tendida de Massa.
Hasta ahora, los que acompañan a los tres candidatos no han lanzado más que propuestas de tibios procedimientos económicos ya que todo el mundo empresarial pide saber cómo van a actuar con la escasez de dólares que se traduce en un cepo que asfixia producción e inversión. Pero faltan numerosos ítems en la agendas. ¿Qué subsidios subsistirán, cómo se enfrentará el narcotráfico, que se hará concretamente con la inseguridad, cómo resolverán el problema de los asentamientos y la encrucijada de la falta de suelos para habitar en el Gran Buenos Aires y en la Capital? ¿Comenzarán a ponerse de acuerdo con las provincias para encontrar un punto de equilibrio con la falta total de federalismo en el país? ¿Cómo recompondrán relaciones con un mundo que le da la espalda a la Argentina por las locuras de los últimos 12 años? ¿Cómo tentar inversiones, cómo romper la telaraña de los holdousts?
¿De qué manera negociaremos con los organismos financieros internacionales? ¿Cómo alcanzar un entendimiento entre la Capital Federal y el Gran Buenos Aires?
Pero, sobre todas las cosas, habrá que saber cómo estos candidatos que van quedando se quitarán el narcisismo de encima y entenderán que solos no tendrán margen para gobernar demasiado tiempo. Que necesitarán, indispensablemente, acuerdos parlamentarios de muy distinto tipo, alianzas políticas de cierta naturaleza, entendimientos que van más allá de una visita o de una cena. Es imprescindible que se pongan a estudiar qué pasó con el PT y el poder en Brasil, con la complementación para poder construir el Frente Amplio en Uruguay o la Coalición demócrata cristina-socialista en Chile, que les exigió 10 años de trabajo constante, teniendo enfrente a Augusto Pinochet.

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