Cómo superar la "nueva mediocridad"

El mundo necesita reformas bien pensadas tanto para las economías de altos ingresos como para las emergentes

Hemos de creer que el lento crecimiento de la economía mundial es algo perpetuo? Christine Lagarde del Fondo Monetario Internacional cree que sí; "La nueva mediocridad" es el término desalentador que empleó la directora general para describir lo que ella ve como la nueva normalidad. Las previsiones de empeoramiento publicadas en números sucesivos de la Perspectiva Económica Mundial (WEO) apoyan su punto de vista. Resalta el hecho de que no sólo ha sido pobre el desempeño de las economías de altos ingresos, sobre todo en la eurozona, sino que en el mediano plazo las economías emergentes tienen las perspectivas más sombrías.
Sin embargo, las desilusiones deben mantenerse en proporción. Si el crecimiento promedio anual de las economías emergentes se mantuviera por encima del 5% , su producción se duplicaría cada 14 años. Esto significaría un rápido incremento en los niveles de vida de una gran parte de la humanidad. Otro aspecto positivo es que se espera que las economías emergentes de Asia logren un crecimiento del 6,5% este año y 6,6% en 2015. Eso no es poca cosa, ya que esas economías de Asia contienen la mitad de la humanidad. El FMI no ha hecho ninguna rebaja de sus previsiones para las economías emergentes de Asia desde el pasado mes de abril. Además, la segunda región de mayor crecimiento es frica subsahariana. Se pronostica que un crecimiento del 5,1% este año y 5,8% en 2015. Dado que estas dos regiones contienen casi la totalidad de las personas más pobres del mundo, esta actuación es de mucho mayor significado humano que las decepciones en otras partes.
Preocupa, sin embargo, que las rebajas podrían continuar en el futuro más lejano. Una de las razones para creer que eso no será el caso es la escala de las desilusiones más recientes. La economía rusa, por ejemplo, está estancada. El desempeño de las economías de América Latina y el Caribe es un poco mejor, con un crecimiento del 1,3% este año y 2,2% en 2015. Siempre es posible que a estas economías les vaya peor: el deseo de Vladimir Putin de mantener una relación hostil con Occidente bien puede resultar en eso para Rusia. Pero también hay un gran potencial para el alza.
El problema es que los pronósticos a mediano plazo del FMI ya suponen un rebote en las economías emergentes. Se teme que este repunte podría no producirse debido a la "falta de acción por las limitaciones estructurales ... un endurecimiento de las condiciones financieras mundiales, un ritmo lento de la recuperación en las economías avanzadas, o cualquier combinación de estos factores".
El FMI añade que la economía de China podría sufrir una desaceleración mayor que la esperada por ahora. Esto se debería probablemente no a una crisis financiera (que debe evitarse), sino a no poder sustituir la demanda que se perderá cuando los auges insostenibles de crédito desaparezcan. Esto, después de todo, es lo que sucedió con los países de altos ingresos después de que su crecimiento impulsado por el crédito se detuviera hace más o menos siete años.
La WEO enfatiza el riesgo a mediano plazo de bajo crecimiento potencial y de "estancamiento secular" en las economías de altos ingresos. El primero significa un débil crecimiento de la oferta. El segundo significa limitaciones estructurales de la demanda, incluyendo una rápida contracción del crédito en los países vulnerables. Existe una relación de retroalimentación entre los dos: el débil crecimiento de la demanda disminuye la confianza y frena la innovación y la inversión. Cuando se espera que el crecimiento sea lento, el consumo privado y la inversión vacilan. Esa es la espiral en la eurozona, donde la demanda real es del 5% por debajo de su pico previo a la crisis y los riesgos de deflación son altos. La inflación ultra-baja, para no hablar de la deflación, exacerba la carga de la deuda.
En EE.UU., donde las hojas de balances ya no son tan limitadas y ha habido al menos un modesto crecimiento desde el 2009, la economía podría ahora empezar a acelerarse. Entre los impulsores de este crecimiento figuran la energía barata, un repunte de la inversión y una recuperación de la formación de hogares, que se encuentra en alrededor de la mitad de sus niveles previos a la crisis. Es poco probable que esto produzca un salto inflacionario que obligue a la FED a aplicar los frenos. Con la economía mundial debilitándose y los precios del petróleo en caída, la inflación no debería ser un verdadero peligro. La FED debería apretar lentamente - y es poco probable que eso crease problemas para las economías fuera de EE.UU.
La posición de la eurozona es, por desgracia, diferente. Alemania, su país más solvente, sigue dependiendo de la demanda externa. También se opone en gran parte a las políticas monetarias no convencionales que podrían estimular la demanda. Incluso se opone aún más a poderosas políticas fiscales, ya sea en casa o a través de la eurozona. Se espera que la magia de la "reforma estructural" despierte un "espíritu animal", a pesar de que sus propias reformas estructurales en la década pasada no despertaron semejantes actitudes en casa.
Ante la insistencia de Berlín, la eurozona se ha convertido en un campo de batalla para los escasos restos de la demanda, bajo la rúbrica de "competitividad". Esta incapacidad para ir más allá del marco intelectual de una economía pequeña y abierta a una continental es una tragedia. Una renovación de la crisis es posible, dado el riesgo de que los rendimientos de los bonos - ahora subyugados - volverán a empezar a subir.
Es importante no exagerar la posibilidad de una desaceleración de la economía mundial. Sin embargo, también es vital evitar una tendencia a la baja del crecimiento. Para hacer frente a este riesgo, es necesario poner en marcha reformas bien elaboradas tanto en las economías emergentes como en las de altos ingresos. En esta última, los mayores retos se encuentran dentro de la eurozona, donde los fracasos para forjar una estrategia económica equilibrada siguen siendo flagrantes y muy peligrosos. Como argumenta el FMI, también existe un poderoso argumento para una mayor inversión pública en infraestructura. Esto podría ser muy rentable y por lo tanto podría bajar la deuda pública en lugar de aumentarla, en las circunstancias actuales de crecimiento débil y de tasas ultra-bajas de intereses reales.
Es vital elaborar estrategias de crecimiento que no ignoren las restricciones de la demanda ni se basen en los auges de crédito. ¿Puede lograrse? Sí. ¿Se realizará? Lo dudo.

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