Un triunfo ajustado que anticipa cambios para asegurar la gobernablidad

Rousseff enfrenta un país dividido y un Congreso que alberga a casi 30 partidos. Tendrá poco margen para recortar el nivel de gasto sin sacrificar beneficios sociales

"El desafío ahora es reunir al país", afirmó ayer el ministro de Deportes de Brasil, Aldo Rebelo (PCDB), apenas se conocieron los resultados del ballotage en el que Dilma Rousseff ganó la reelección por escaso margen. El mapa electoral del país más poderoso de América latina hoy muestra una significativa división entre los Estados del noroeste, mayoritariamente negro y pobre y la zona que más se ha beneficiado de sus subsidios a familias carenciadas, viviendas populares, enseñanza técnica gratuita y cuotas en universidades y los estados el Sur, la parte más rica del país que le dio sus votos al opositor Aécio Neves, el candidato favorito de los mercados.

Pero tampoco será menor el desafío de convivencia que supondrá para Rousseff el nuevo Congreso Nacional, que tal como remarcó ayer el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, albergará nada menos que a representantes de casi tres decenas de partidos.

A su vez, de los 27 gobiernos regionales del país, doce quedaron en manos de aliados de Rousseff y 15 de la oposición, incluyendo Sao Paulo, el estado más poblado, rico y desarrollado, donde las elecciones se decidieron en la primera vuelta, celebrada el pasado día 5, cuando ganó la reelección el gobernador Geraldo Alckmin.

Mientras tanto, para calmar a los mercados, un primer guiño será crucial. "El primer paso importante será la nominación de una nuevo ministro de Economía para reemplazar a Guido Mantega. Si designa a una persona fuerte e independiente del tipo que Lula encontró en Antonio Palocci, ésa será una buena primera señal", advierten los analistas.

La necesidad de salir de la recesión técnica será el objetivo primario tras dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. Pero como hoy señalan en Wall Street, hoy queda poco margen para que el próximo gobierno pueda reducir el nivel de gasto sin sacrificar los beneficios sociales que fueron conquistados en los últimos años.

El Gobierno aspira a llegar en 2015 a un superávit primario de 2% a 2,5% del PBI pero no ha aclarado hasta ahora cómo piensa hacerlo. Según los economistas, el superávit del año que viene será de aproximadamente el 0,5% del PBI.

En materia de inflación, Dilma no reconoció en ningún momento de la campaña que estuviera descontrolada, si bien la tasa calculada para los próximos 12 meses lleva cuatro meses por encima del límite superior de la meta, que es del 6,5%. Y si bien defendió la actual política cambiaria, se encargó de transmitir a la industria que puede permitir una mayor desvalorización del real para favorecer las exportaciones.

Lo cierto es que Dilma tendrá que negociar para asegurar la buena gobernabilidad y con una población más consciente del poder de protesta y movilización para reclamar cambios en la gestión del gobierno que profundice la inclusión y una clase social en ascenso que superadas las necesidades básicas ahora reclama más y mejores servicios.

Implementar medidas eficaces para combatir la corrupción será otra de las asignaturas del gobierno del PT que el electorado le ha hecho sentir.

La política exterior tampoco será la misma. Es probable que Brasil empiece a girar a una creciente inserción al mundo con visiones menos ideologizadas y que Itamaraty retome mucha de las banderas diplomáticas tradicionales. En este contexto, las opciones estratégicas serían más amplias.

El Mercosur no ocupará la misma centralidad de la última década. Esa nueva reorientación geopolítica, con un abanico más diverso de opciones comerciales y políticas, es probable que se haga sentir en la próxima cumbre del bloque en Entre Ríos. El acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea será una primera muestra como también el acercamiento a la Alianza del Pacífico.

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